Transición energética en Brasil: el lado oculto de los megaproyectos que nadie quiere contar
La transición energética en Brasil avanza a gran escala, pero los megaproyectos esconden un costo que pocos se atreven a revelar.

Megaproyectos hidroeléctricos, solares y eólicos forman parte de la transición energética en Brasil.
La transición energética en Brasil suele mostrarse como un modelo de éxito: grandes represas hidroeléctricas, parques solares en expansión y uno de los mercados eólicos más dinámicos de América Latina. Sin embargo, detrás de la narrativa oficial emergen críticas crecientes sobre el verdadero coste social, ambiental y económico de esta transformación. Megaproyectos cuestionados, comunidades desplazadas y biomas alterados dibujan un panorama más complejo del que se suele contar.
Un gigante energético con pies de barro
Brasil es el país con mayor potencial renovable de la región. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), las fuentes limpias mantienen ventaja de costos frente a los combustibles fósiles en el país. Esta condición ha permitido que el gobierno impulse la Política Nacional de Transición Energética (PLANTE), destinada a atraer inversiones multimillonarias en electricidad, transporte y minerales críticos.
Sin embargo, la transición energética en Brasil no solo depende de cifras macroeconómicas: también está marcada por tensiones sociales y territoriales. Como recordó un reportaje de El País, los beneficios económicos no siempre llegan a las comunidades locales, mientras los costos —sociales y ambientales— quedan invisibilizados. Al igual que ocurre en la transición energética en Latinoamérica, la promesa de energías limpias se enfrenta a la realidad de proyectos que generan riqueza para unos y sacrificio para otros.
Belo Monte: la represa que partió en dos al río Xingu
La hidroeléctrica de Belo Monte, ubicada en el estado de Pará, es uno de los proyectos más polémicos de Brasil. Con una capacidad instalada de más de 11.000 MW, debía ser la joya de la corona en generación limpia. Sin embargo, la realidad es más amarga: en época de sequía su producción efectiva no llega ni a la mitad de lo prometido.
Más de 20.000 personas fueron desplazadas por la obra, según Mongabay. Ribereños, indígenas y pescadores perdieron no solo sus casas, sino también la base de su sustento: la pesca y el acceso a un río que ya no fluye como antes. Investigadores y comunidades organizadas hablan de “ecocidio” en la Volta Grande del Xingu, un ejemplo claro de los costos ocultos de la matriz energética de Brasil.
El río Madeira y los costos invisibles
Más al oeste, las represas de Jirau y Santo Antônio, en el río Madeira, reproducen la misma historia. Estos megaproyectos, que forman parte de la infraestructura energética brasileña, generaron un impacto demográfico abrupto: ciudades que duplicaron población en pocos años, aumento de enfermedades como malaria por las aguas estancadas y presión sobre pueblos indígenas de la Amazonía.
A estos efectos sociales se suma un problema económico: las enormes inversiones en transmisión eléctrica. Como señala ISA Energía Brasil, gran parte de la generación se concentra lejos de los centros de consumo, obligando a construir líneas de alta tensión que encarecen la factura final. La transición hacia energías limpias en Brasil no puede ocultar que los costos invisibles recaen sobre las comunidades locales.
El auge solar en la Caatinga: energía limpia, conflictos sucios
El nordeste brasileño se ha convertido en epicentro de la expansión solar. Allí, biomas frágiles como la Caatinga enfrentan una paradoja: mientras la transición energética en Brasil presume de parques solares, comunidades tradicionales denuncian deforestación y erosión.
En lugares como Pitombeira o Bela Vista da Lagoa do Piató, campesinos reportan tormentas de arena y pérdida de vegetación protectora a raíz de complejos solares mal planificados. Un reportaje de Dialogue Earth recoge testimonios de habitantes que nunca fueron consultados y que hoy viven rodeados de paneles sin ver beneficios reales.
Comunidades desplazadas y el derecho a decidir
Uno de los mayores cuestionamientos es la falta de consulta previa, libre e informada, un derecho reconocido por convenios internacionales como el 169 de la OIT. Tanto comunidades quilombolas como pueblos indígenas denuncian que sus opiniones son ignoradas en nombre del “interés nacional”.
El resultado es un mosaico de desplazamientos físicos y culturales. Familias reasentadas en Belo Monte relatan que las viviendas entregadas no compensan la pérdida de tierras fértiles ni el acceso al río. El reportaje de El País subraya que estas comunidades cargan con los costos mientras las grandes constructoras y eléctricas concentran los beneficios. La política energética brasileña debería ser un motor de inclusión, pero en la práctica sigue reproduciendo desigualdades históricas.
Megacostos invisibles de la transición energética en Brasil
Más allá de las cifras de inversión, existen costos ocultos que rara vez aparecen en los balances oficiales. Estos megaproyectos energéticos en Brasil se inscriben en una tendencia regional de obras a gran escala que hemos analizado en los megaproyectos de infraestructura en LATAM 2025, donde los impactos sociales, económicos y ambientales suelen subestimarse en la planificación inicial.
- Costos sociales: pérdida de identidad cultural, desarraigo, rupturas comunitarias.
- Costos ambientales: deforestación, alteración de ríos, pérdida de biodiversidad, emisiones asociadas al cambio de uso de suelo.
- Costos económicos indirectos: proyectos sobredimensionados que rinden menos de lo esperado, gastos en transmisión, litigios y compensaciones.
- Costos climáticos: la dependencia de hidroeléctricas hace a Brasil vulnerable a las sequías cada vez más intensas, como se vio en la crisis hídrica de 2020-2021.
Conclusión: transición energética en Brasil, una oportunidad en disputa
La transición energética en Brasil es una historia de contrastes. Por un lado, el país avanza como líder regional en renovables, con un potencial envidiable en solar, eólica e hidroeléctrica. Por otro, sus megaproyectos han demostrado que la energía limpia también puede tener costos sociales y ambientales muy altos.
La lección es clara: no basta con contar megavatios instalados o millones invertidos. La transición debe ser también justa, participativa y respetuosa con los territorios. De lo contrario, Brasil corre el riesgo de convertir su liderazgo energético en un espejo roto: brillante hacia afuera, pero lleno de grietas hacia adentro.
Preguntas frecuentes sobre la transición energética en Brasil
Es el proceso de sustituir gradualmente fuentes fósiles por renovables. En Brasil incluye hidroeléctricas, eólica y solar, pero también el desarrollo de biocombustibles y minerales críticos.
Porque generan electricidad, pero al mismo tiempo desplazan comunidades, degradan ecosistemas y a menudo no cumplen con estándares de consulta previa. El caso de Belo Monte es paradigmático.
En muchos casos, no. Aunque los proyectos prometen empleo y desarrollo, gran parte de los beneficios se concentra en empresas y centros urbanos, mientras las comunidades asumen los impactos.
Todavía no. Como destacan expertos y ONGs, para lograrlo se requiere una planificación territorial más cuidadosa, reparto equitativo de beneficios e inclusión real de pueblos indígenas y comunidades tradicionales.