¿Por qué el hormigón romano sigue en pie y el moderno se agrieta?

El hormigón romano sigue en pie tras siglos; el moderno, en muchos casos, se agrieta a las pocas décadas.
El hormigón romano ha resistido terremotos, guerras y siglos de erosión marina. Mientras tanto, muchas estructuras modernas empiezan a mostrar fisuras o colapsan tras unas pocas décadas. ¿Cómo es posible que una tecnología con más de 2.000 años sea más duradera que la utilizada hoy en día?
La respuesta está en la química, en los materiales y en la filosofía constructiva. Comparar el hormigón romano con el contemporáneo es mirar de frente a uno de los mayores retos de la arquitectura actual: la durabilidad real de nuestras construcciones.
La receta del hormigón romano: cal, agua y ceniza volcánica
A diferencia del hormigón moderno, basado en cemento Portland, los romanos utilizaban una mezcla de cal viva, agua y ceniza volcánica (puzzolana). Esta combinación no solo reaccionaba lentamente, sino que ganaba resistencia con el tiempo, especialmente en entornos húmedos o marinos.
Estudios recientes, como la investigación del MIT y Harvard sobre hormigón romano, han demostrado que este material se autorregenera gracias a la presencia de partículas de cal que reaccionan ante nuevas filtraciones.
Arquitectura duradera sin acero ni aditivos químicos
El hormigón moderno depende del acero para resistir tracción, pero este elemento también es su talón de Aquiles: el agua y el aire provocan su oxidación y, con ello, el agrietamiento del hormigón.
En cambio, los romanos diseñaban estructuras masivas y autosuficientes, como el Panteón o los acueductos, sin necesidad de armar el hormigón. Esta filosofía estructural, junto con su fórmula mineral, les permitió construir obras que aún perduran.
¿Por qué el hormigón moderno falla?
El cemento Portland, ampliamente utilizado hoy en día, es rápido de producir pero poco resiliente. Su proceso de fabricación emite hasta un 8 % del CO₂ global, según la Global Cement and Concrete Association, y da lugar a un material más frágil a largo plazo.
Además, muchas obras contemporáneas se diseñan con una vida útil estimada de apenas 50 años. A esto se suma el uso de áridos de baja calidad, agua sin tratar o mal curado, que aceleran la fisuración y pérdida de cohesión.
Lecciones del pasado: ¿puede aplicarse hoy el modelo romano?
Sí, y de hecho ya se están dando pasos en esa dirección. En la actualidad, varias universidades e ingenierías están desarrollando hormigones autorreparables, con cápsulas de cal o bacterias que se activan en contacto con el agua, inspirados directamente en la tecnología romana.
También se están reintroduciendo componentes naturales como cenizas volcánicas, caolines y silicatos en nuevas formulaciones más sostenibles, buscando soluciones para una construcción más longeva y de menor impacto ambiental.
Puedes ampliar este enfoque en nuestro artículo sobre casas bioclimáticas en España 2025, donde también se revaloriza el uso de materiales durables y estrategias pasivas.
Patrimonio vivo: ejemplos que siguen en pie
- Panteón de Agripa (Roma): su cúpula de hormigón sin refuerzo es la mayor del mundo, intacta tras casi 2.000 años.
- Acueducto de Segovia: construido con opus caementicium, sin mortero visible y sin fisuras estructurales.
- Puerto de Cosa (Italia): estructuras de hormigón submarino romano aún en uso parcial.
Estos ejemplos no solo son un testimonio arqueológico, sino también un desafío a la ingeniería contemporánea: ¿por qué no construimos para durar mil años?
Hormigón romano: preguntas frecuentes
¿Qué hace tan resistente al hormigón romano?
Su composición con cal y ceniza volcánica permite reacciones químicas que aumentan su resistencia y lo hacen autorregenerativo.
¿El hormigón romano era más ecológico que el actual?
Sí. Su fabricación requería menos temperatura, emitía menos CO₂ y utilizaba materiales naturales de la zona.
¿Podemos volver a usar su fórmula hoy en día?
Sí, adaptándola a normativas modernas. Ya existen líneas de investigación en universidades y empresas que lo están aplicando en proyectos reales.