Latinoamérica acelera los data centers: la infraestructura digital se convierte en el nuevo motor de obra… con factura energética
La expansión silenciosa de los data centers está transformando la construcción en Latinoamérica. La pregunta ya no es dónde se construyen, sino si la energía alcanzará.

La expansión de los data centers en Latinoamérica impulsa nueva obra especializada y plantea desafíos energéticos.
La expansión de los data centers en Latinoamérica ya no es una tendencia emergente: es un fenómeno estructural que está redefiniendo la inversión en infraestructura, la planificación energética y el propio sector de la construcción. En apenas tres años, la región ha pasado de ser un mercado secundario a convertirse en uno de los principales destinos de capital para centros de datos, impulsada por el auge del cloud, la inteligencia artificial, el 5G y el nearshoring digital.
Sin embargo, este nuevo motor de obra tiene un reverso claro: una factura energética creciente, que pone a prueba redes eléctricas, disponibilidad de agua y políticas públicas en países que aún arrastran déficits estructurales.
Data centers en Latinoamérica: del nicho tecnológico a la gran obra
Durante décadas, los centros de datos fueron infraestructuras discretas, casi invisibles para el gran público. Hoy, en cambio, se han convertido en activos industriales estratégicos, comparables en inversión y complejidad a una planta energética o una gran infraestructura logística.
Brasil, México, Chile y Colombia concentran actualmente la mayor parte de los nuevos proyectos. Solo Brasil supera ya los 200 data centers operativos o en desarrollo, con polos claros en São Paulo, Campinas y el nordeste del país. México, por su parte, se consolida como hub regional gracias a Querétaro, mientras Chile refuerza su papel como nodo digital del Cono Sur.
Durante años, América Latina fue considerada un mercado periférico para la infraestructura digital global. Sin embargo, esa percepción ha cambiado de forma acelerada. Tal y como analiza el sector especializado, el mercado global de data centers en América Latina se ha consolidado gracias a la demanda local de servicios cloud, la llegada de grandes operadores internacionales y la necesidad de procesar datos dentro de la región por razones regulatorias y de latencia.
No se trata solo del edificio: un data center implica subestaciones eléctricas, redes de alta tensión, sistemas de refrigeración industrial, infraestructuras de respaldo energético y conexiones de fibra de alta capacidad. En la práctica, cada proyecto activa una cadena completa de ingeniería, construcción y suministro tecnológico.
El efecto multiplicador sobre el sector construcción
El impacto de los data centers en Latinoamérica va mucho más allá del sector tecnológico. Para la construcción, representan una nueva tipología de obra con varias características clave:
- Altísima inversión por metro cuadrado, muy superior a la edificación convencional.
- Plazos exigentes, con penalizaciones severas por retrasos.
- Normativas técnicas estrictas, tanto en seguridad como en eficiencia operativa.
- Demanda de mano de obra altamente especializada.
Este fenómeno ya se refleja en el crecimiento de proyectos industriales asociados, como se analiza en el artículo de Habitaro sobre infraestructura digital y construcción especializada, donde se observa cómo los data centers están desplazando a otros usos industriales tradicionales en determinadas zonas.
La consecuencia es clara: los centros de datos se han convertido en uno de los nuevos motores de obra privada en la región, con capacidad para sostener actividad incluso en ciclos económicos más restrictivos.
La factura energética: el gran cuello de botella
El crecimiento acelerado de los data centers en Latinoamérica tiene un coste evidente: el consumo energético. Un solo centro de datos de gran escala puede demandar entre 50 y 150 MW, equivalente al consumo de una ciudad media.
Este crecimiento tiene un reverso claro: la energía. Los data centers son infraestructuras extremadamente intensivas en consumo eléctrico y requieren un suministro continuo y estable. Informes estratégicos advierten de que la demanda energética de la infraestructura digital puede convertirse en un cuello de botella si no se acompaña de inversiones paralelas en generación, redes de transmisión y planificación a largo plazo, especialmente en economías con sistemas eléctricos tensionados.
Este escenario plantea tres retos principales:
- Capacidad de generación: no todos los países tienen margen suficiente para absorber nuevas cargas sin ampliar su parque energético.
- Redes de transmisión: muchas infraestructuras eléctricas no están diseñadas para concentraciones tan intensivas de consumo.
- Coste y estabilidad del suministro: la continuidad eléctrica es crítica; cualquier fallo supone pérdidas millonarias.
En este contexto, la energía deja de ser un input más para convertirse en un factor decisivo de localización. Cada vez más proyectos se aprueban o descartan en función de la disponibilidad energética real, no solo del suelo o la conectividad digital.
Ventaja comparativa: renovables y transición energética
Paradójicamente, Latinoamérica también cuenta con una de las mejores matrices energéticas del mundo. Países como Brasil, Chile o Colombia superan ampliamente a Europa y Estados Unidos en penetración de renovables.
A pesar de estos retos, Latinoamérica parte con una ventaja competitiva clara: su elevada penetración de energías renovables. Algunos operadores ya están alineando su crecimiento con objetivos ambientales estrictos. Un ejemplo es el avance del uso de energías renovables en data centers, que muestra cómo la sostenibilidad ha pasado de ser un argumento reputacional a un factor clave de viabilidad económica y operativa.
Aquí se abre una oportunidad estratégica: la expansión de data centers puede actuar como palanca para acelerar nuevas inversiones en generación solar, eólica y almacenamiento, reforzando al mismo tiempo la transición energética.
Este vínculo entre infraestructura digital y energía se analiza también en Habitaro en el contexto de la transición energética en Latinoamérica, donde los data centers aparecen como nuevos “anclas” de demanda estable para proyectos renovables a gran escala.
Agua, refrigeración y conflicto territorial
No todo es electricidad. El otro gran recurso crítico es el agua. Muchos sistemas de refrigeración siguen dependiendo de grandes volúmenes de agua, especialmente en climas cálidos.
El impacto de los centros de datos no se limita a la electricidad. El consumo de agua para refrigeración y la ocupación de suelo industrial están empezando a generar debate en determinados territorios. Inversiones como la inversión cloud de AWS en Chile y su enfoque de refrigeración ilustran cómo estos proyectos ya se negocian no solo en términos económicos, sino también ambientales y sociales, incorporando exigencias sobre eficiencia hídrica y uso responsable de recursos.
Este conflicto obliga a los promotores a incorporar soluciones más avanzadas: refrigeración por aire, circuitos cerrados, reutilización de agua y diseños más eficientes. La ingeniería del data center ya no se evalúa solo por su rendimiento tecnológico, sino también por su licencia social para operar.
México, Brasil y Chile: tres modelos, un mismo desafío
Aunque el fenómeno es regional, cada país presenta matices distintos:
- México apuesta por la proximidad a EE. UU. y el nearshoring digital, pero enfrenta límites claros en generación y red.
- Brasil combina escala de mercado y abundancia renovable, aunque con retos regulatorios y territoriales.
- Chile destaca por estabilidad institucional y energía limpia, pero con restricciones hídricas crecientes.
Según Reuters, estas diferencias están provocando que algunos proyectos se retrasen o redimensionen, mientras otros avanzan rápidamente allí donde la planificación energética ha sido más anticipada.
¿Estamos ante el nuevo “megaproyecto silencioso” de LATAM?
A diferencia de carreteras, puertos o metros, los data centers no generan grandes titulares ni inauguraciones políticas. Sin embargo, su impacto económico y territorial es comparable al de cualquier megaproyecto clásico.
Los data centers en Latinoamérica están redefiniendo dónde se construye, qué se construye y bajo qué criterios técnicos y territoriales. En el ámbito de la construcción, suponen una oportunidad de alto valor añadido y especialización. Desde la perspectiva pública, plantean un desafío de planificación energética y regulación. Para la ciudadanía, siguen siendo una infraestructura invisible, aunque cada vez más decisiva para el funcionamiento cotidiano de la economía digital.
Conclusión: data centers en Latinoamérica, oportunidad con condiciones
La aceleración de los data centers en Latinoamérica confirma que la infraestructura digital se ha convertido en uno de los grandes motores de obra del siglo XXI. Su capacidad para atraer inversión, generar empleo especializado y posicionar a la región en la economía digital es indiscutible.
No obstante, la factura energética —eléctrica e hídrica— obliga a un enfoque más estratégico. Sin planificación, el crecimiento puede tensionar redes, recursos y territorios. Con visión a largo plazo, en cambio, los data centers pueden convertirse en aliados clave de la transición energética y la modernización industrial de la región.
La pregunta ya no es si Latinoamérica seguirá construyendo data centers, sino cómo y a qué coste estructural lo hará.
Preguntas frecuentes sobre los data centers en Latinoamérica
El crecimiento de los data centers en Latinoamérica se explica por la expansión del cloud, la inteligencia artificial, el 5G y la necesidad de procesar datos localmente, además del nearshoring digital hacia la región.
Brasil, México y Chile encabezan el desarrollo, seguidos por Colombia y Argentina, gracias a su conectividad, tamaño de mercado y disponibilidad energética.
Pueden serlo, pero dependen de una correcta planificación. La alta penetración de energías renovables es una ventaja clara, aunque la demanda eléctrica y el uso de agua siguen siendo desafíos críticos.
Los data centers en Latinoamérica se han convertido en una de las tipologías de obra más intensivas en capital y tecnología, impulsando la ingeniería especializada y nuevas infraestructuras energéticas.
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