Cuando el hormigón se agrieta solo: la amenaza de la retracción y la fisuración

Losa de hormigón con fisuras visibles por retracción en una obra en construcción

Imagen generada digitalmente que representa una losa de hormigón en obra con fisuras radiales causadas por retracción, un problema común en construcción.

El hormigón, material omnipresente en nuestras ciudades, es sinónimo de solidez. Rascacielos, presas, puentes y viviendas descansan sobre su aparente firmeza. Sin embargo, bajo esa imagen de resistencia se esconde una debilidad invisible: la retracción y la fisuración.

Lejos de ser un fallo anecdótico, este fenómeno acompaña al hormigón desde su origen. Microgrietas imperceptibles pueden multiplicarse hasta comprometer la durabilidad de una infraestructura, generando sobrecostes en mantenimiento y, en casos extremos, riesgos para la seguridad.


¿Qué significa que el hormigón se retraiga?

La retracción del hormigón es el encogimiento natural que experimenta el material a medida que pierde agua durante su proceso de endurecimiento y en los años posteriores. Esta contracción, aunque inevitable, provoca tensiones internas que pueden derivar en fisuras.

Los técnicos distinguen varios tipos:

  • Retracción plástica: aparece en las primeras horas, cuando la superficie pierde agua por evaporación más rápido de lo que se hidrata el cemento.
  • Retracción por secado: ocurre a medio y largo plazo, a medida que el hormigón libera la humedad atrapada en sus poros.
  • Retracción térmica: ligada a los cambios de temperatura internos o externos durante el fraguado.
  • Retracción autógena: propia de hormigones de alta resistencia con poca agua en su mezcla.

En todas sus formas, el desenlace es similar: tensiones que buscan liberarse a través de pequeñas grietas.


La fisuración: del síntoma al riesgo real

Las fisuras son la manifestación visible de un proceso silencioso. Pueden ser superficiales y poco relevantes, pero también convertirse en la vía de entrada para agentes dañinos como el agua, los cloruros o el dióxido de carbono.

En una estructura de hormigón armado, el riesgo es claro: la corrosión de las armaduras. Una fisura mal controlada puede desencadenar un deterioro progresivo que acorte la vida útil de una infraestructura entera.

Más allá de lo estructural, las fisuras afectan a la estanqueidad de depósitos o presas, a la estética de fachadas y, sobre todo, a la confianza en la obra construida. Un edificio con grietas visibles, aunque sean superficiales, transmite inseguridad a sus ocupantes.


Grandes obras, grandes problemas

La magnitud de la retracción se multiplica en infraestructuras de gran escala:

  • En puentes, los tableros sufren microfisuras que permiten el paso del agua y las sales, acelerando la corrosión.
  • En rascacielos, los forjados repetidos acumulan tensiones, provocando fisuras que obligan a reparaciones constantes.
  • En presas y túneles, una pequeña fisura puede transformarse en una filtración de enormes consecuencias.
  • En plataformas industriales, las losas de gran superficie se ven sometidas a retracciones diferenciales que levantan juntas y pavimentos.

Un ejemplo ilustrativo fue la presa de Kariba, en África, donde la retracción del hormigón generó fisuras que obligaron a costosas intervenciones de refuerzo para garantizar su seguridad.



¿Por qué ocurre? Principales causas

Los especialistas señalan varios factores que favorecen la retracción y la fisuración:

  1. Exceso de agua en la mezcla, que se evapora rápidamente y deja un entramado poroso.
  2. Condiciones ambientales adversas, como viento seco o altas temperaturas, que aceleran la pérdida de humedad.
  3. Curado insuficiente, cuando no se protege el hormigón recién vertido y se seca demasiado pronto.
  4. Elementos de gran volumen, donde los gradientes internos de temperatura provocan tensiones.
  5. Errores constructivos, como la ausencia de juntas de retracción o la colocación inadecuada de armaduras.

Cómo se combate la retracción

Aunque no es posible eliminarla por completo, la ingeniería dispone de recursos para controlarla:

  • Diseño de mezclas optimizado, ajustando la relación agua/cemento y usando adiciones como cenizas volantes o escorias.
  • Aditivos reductores de retracción, que disminuyen la contracción interna del hormigón.
  • Curado cuidadoso, mediante riegos, mantas húmedas o productos químicos que retienen la humedad.
  • Fibras y armaduras de control, que reparten mejor las tensiones y limitan la apertura de fisuras.
  • Juntas estratégicas, que permiten a la estructura contraerse de manera controlada.
  • Hormigones especiales, como los de baja retracción o los autocompactantes, desarrollados para situaciones críticas.

La sostenibilidad también se juega aquí

En un tiempo donde se exige construir con criterios sostenibles, la retracción del hormigón no es un simple problema técnico. Cada fisura implica intervenciones de reparación, consumo de nuevos materiales, emisiones adicionales y, en muchos casos, una reducción de la vida útil del edificio.

Por eso, la innovación apunta hacia soluciones más ecológicas:

  • Hormigones autorreparables, con bacterias que sellan las grietas al contacto con la humedad.
  • Fibras recicladas, provenientes de plásticos o neumáticos, que mejoran el control de fisuras.
  • Aditivos de bajo impacto ambiental, que reducen la huella de carbono del material.

La idea es clara: prolongar la durabilidad significa también construir de forma más responsable.



Una reflexión necesaria

La retracción y fisuración del hormigón nos recuerdan que el verdadero desafío de la construcción no termina el día de la inauguración. Las infraestructuras conviven con tensiones internas y agentes externos que, con el tiempo, ponen a prueba cada decisión de diseño y ejecución.

No se trata de eliminar la retracción, algo imposible, sino de anticiparla, controlarla y gestionarla. Solo así el hormigón seguirá siendo el pilar de las ciudades del futuro, más seguras, sostenibles y resilientes.


Retracción del hormigón y otros desafíos invisibles

La retracción comparte protagonismo con otros problemas silenciosos que la ingeniería moderna debe dominar. La resonancia ha demostrado cómo las vibraciones pueden llegar a poner en jaque la estabilidad de puentes y edificios; los asentamientos diferenciales generan grietas y deformaciones al afectar la cimentación; el choque térmico en fachadas de vidrio provoca roturas repentinas en los rascacielos; los sismos obligan a implementar sistemas antisísmicos de última generación; y el efecto chimenea convierte el aire en una fuerza difícil de controlar en torres de gran altura.


Preguntas frecuentes

¿Todas las fisuras en el hormigón son graves?
No siempre. Algunas son superficiales, pero requieren análisis para descartar problemas estructurales.

¿Cómo se detecta la retracción en una obra?
Con inspecciones visuales, sensores de monitoreo o mediciones de deformación.

¿Un buen curado elimina la retracción?
No, pero reduce significativamente su magnitud y sus efectos visibles.

¿Qué papel juegan las fibras en el hormigón?
Reparten tensiones internas y limitan la apertura de grietas.

¿Afecta igual a todos los tipos de hormigón?
No. La composición, el curado y las condiciones climáticas marcan la diferencia.

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